Los cambios en los contenidos de la enseñanza.

Lo que la escuela enseña, o debe enseñar, es un indicador de lo que la sociedad considera valioso para ser transmitido a las “nuevas generaciones”. 
El diseño curricular es un “recorte” de los contenidos que el Estado considera que deben ser legados. Es por ello que el currículum llega a la escuela especificando lo que allí se debe enseñar. 
Según se trate de gobiernos más menos autoritarios, se va a permitir o no la transgresión de los criterios curriculares plasmados. Los textos escolares, por su parte, constituyen los modos significativos de concreción de dichas propuestas, actuando como mediadores en su llegada a docentes y estudiantes. En el recorte y organización de contenidos que en ellos se realiza pueden encontrarse diferentes tipos de relación con el currículum.


Durante la última dictadura, los valores patrióticos y cristianos y la revalorización de la familia fueron la piedra angular de los contenidos que apelaban a la construcción de un ciudadano temeroso. Se excluyeron temas considerados como peligrosos y se incorporó, en los diseños curriculares de muchas provincias de orientaciones culturales tradicionales, una lógica que priorizaba la regulación moral afectiva por sobre el énfasis en la transmisión del conocimiento. En el documento curricular aprobado para la Capital Federal en 1981 no tuvieron participación alguna los docentes, siendo este en definitiva un gran libro de instrucciones de más de mil páginas que avalaba una postura altamente tecnicista. Los contenidos de la educación pasaron a un segundo plano, al igual que la creatividad y autoría de los docentes para sus propuestas de clase. El exceso de planificación con que ya venía ese currículum de la dictadura no suponía ningún esfuerzo de pensamiento o creatividad al docente. Además, los manuales de esa época contribuyeron a acentuar los efectos de poder de esa norma curricular. Prácticamente no contenían actividades para el aula, y la forma en que los temas estaban presentados no admitían disenso ni participación alguna por parte de los niños. El saber que debía ser enseñado respondía a los lineamientos curriculares y adquiría el status de un dogma. Los textos de los manuales cerraron un cerco cognitivo a partir del cual no se pretendía formar un ciudadano autónomo. 
Con la apertura democrática se generó un cambio respecto de la concepción y la visión de la enseñanza y del aprendizaje y de las restricciones a la libertad de expresión. El tema de los derechos humanos comenzó a aparecer como un eje transversal en toda la norma curricular. El abordaje se alejó del conductismo para pasar a una visión constructivista de la realidad. Las normas que limitaban el aprendizaje escolar de los alumnos, especialmente en lo referido a la alfabetización inicial y los inicios de la enseñanza de la matemática se anularon, generando una nueva normativa curricular, vigente desde 1986. La estructura abierta del diseño curricular de ese año se caracterizó por sus propuestas de democratización decla institución escolar y la oportunidad de que el niño fuera partícipe en las decisiones sobre su aprendizaje que debían ser instrumentadas por docentes formados en los profesorados. Este diseño, adaptado a las condiciones políticas, no previó las consecuencias de la apertura total al disenso, no tuvo en cuenta las condiciones sociales de una población disciplinada y casi apolítica a la que estaba destinado. No tuvo en cuenta la dimensión de la desintegración del tejido social y de los espacios de participación ciudadana que había operado la dictadura. La implementación de un nuevo currículum no se tradujo en el aprovechamiento creativo de nuevas prácticas al interior del aula, sino más bien en una sensación de vacío. 
La formación donde primaba la disciplina y la obediencia que propugnaba el diseño de 1981 dejó una huella que el diseño de 1986 no tuvo la capacidad de borrar.


Entre 1985 y 1991, catorce jurisdicciones implementaron procesos de reforma curricular que incluyeron una organización por áreas o interdisciplinaria. Las reformas curriculares provinciales estaban basadas en el cuestionamiento al autoritarismo de los planes tradicionales, se preocupaban por incluir a los sujetos del aprendizaje y a los docentes, y comenzaban a dar lugar a nuevos contenidos, como la formación para el trabajo. 
Finalmente, la década del '90 marcó un quiebre y una transformación en las políticas educativas, en los planes de estudio, en los diseños curriculares y en los textos.

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